Más de 15 años practicando exorcismos en Argentina y unas “1.200 batallas” libradas contra el demonio distinguen al obispo luterano Manuel Acuña, que presume de no haber sido “diplomático” frente a la “maldad y la inteligencia” para atormentar a los demás que, dice, definen a su adversario.
“Creo profundamente en la presencia del demonio en la vida de las personas y en su acción de maldad”, asegura Acuña en una entrevista con Efe en la que insiste en que el exorcista “no puede ser un hombre diplomático” ni ambiguo, porque debe enfrentarse a las “acechanzas” de un contrincante muy inteligente y capaz de trastocar la vida de las personas.
El obispo de 53 años, que pertenece a una de las cuatro iglesias luteranas de Argentina, afirma que el “compromiso” de formar parte de la “infantería de Dios” para “defender un territorio” ha afectado a su vida diaria y a su carácter hasta convertirlo, inevitablemente, en “autoritario” y “antipático”.
“Algunos dicen que tengo un poco de mal carácter”, admite con una sonrisa antes de justificarse en que se acostumbró a librar una “batalla bastante violenta” contra el diablo.
Estos enfrentamientos tienen lugar cada jueves en la Parroquia del Buen Pastor, en las afueras de Buenos Aires, en cuyas inmediaciones imparte clases, estudia, y atiende a todo aquel que lo necesite, tanto en su “despachito” como por internet, una plataforma indispensable para Acuña, quien bromea con que “si Jesús estuviera hoy, usaría Twitter”.
Armado con su inseparable maletín de “primeros auxilios” con agua bendita, sal y aceite bendecido necesarios para un exorcismo, el obispo recibe a los medios de comunicación, que lo han convertido en una auténtica estrella de la demonología.
Acosta exhibe cientos de recortes de periódicos y fotografías junto a personalidades de relevancia -como el papa Francisco o la presidenta argentina, Cristina Fernández- colgadas en el pasillo que da acceso a la capilla.
Durante los 15 años que ha trabajado en ese pequeño espacio construido y decorado por los propios vecinos de Santos Lugares (conurbano bonaerense), el experto demonólogo ha visto de “todo”, salvo “una cabeza girar 360 grados”, pero asegura que solo sintió miedo una vez: tras su primer exorcismo.
“Me subí a mi coche, me senté, y antes de poner la llave en el contacto se cerraron las puertas, se encendían y apagaban las luces y comenzó a tocar la bocina”, relata Acuña, quien reconoce que nunca olvidará ese día, cuando supo que estaba envuelto de por vida en una “batalla” contra la “oscuridad” de la que “uno no puede desertar”.
Quienes solicitan su ayuda, ya sea en primera persona o porque han detectado cambios de conducta en un familiar, normalmente confunden lo que les ocurre con “agobio físico”, insomnio, estrés, angustia y depresión.
Cuando acuden a la iglesia ya están “atormentadas” porque sienten que “han sido tocadas”, ven figuras en la casa o “mientras duermen” y les llegan “palabras al oído” para que se hagan daño a sí mismas y a otras personas.
Después de encontrarse con el obispo, rellenan un formulario que estudia él mismo junto a su equipo de médicos y psicólogos para determinar si esa persona debe o no ser “liberada” y, si la respuesta es afirmativa, deben prepararse para enfrentarse a alguien que se sacude e intenta levantarse para “dañar” al grupo de trabajo.
Las distintas etapas por las que pasa un poseído por el demonio aparecen en el segundo libro de Acuña: “Ritual de exorcismos”, donde también realiza una compilación de oraciones milenarias para la liberación y de distintos casos de posesiones y pactos diabólicos para alcanzar la fama que ha identificado a lo largo de la historia.
“Hay que estar atentos al tema de la música” porque “hay figuras que podrían dejarnos cierto tipo de duda”, advierte en relación a las portadas de los discos o la forma de actuar del grupo de heavy metal Kiss o cantantes como la estadounidense Lady Gaga, cuyo estilo duda que haga “culto” a algo que sea “santo”.
Para Acuña, la “violencia” que generan estos artistas busca crear “desarmonía” y alterar la “conciencia” del hombre para que se acerque “más a su propia oscuridad que a la luz”.
En cuanto a las críticas recibidas por su trabajo dentro y fuera de la iglesia, señala que acepta el “escepticismo” pero no el “insulto” ni la ofensa porque “expresar mucho temor” hacia una realidad que “no creen” no salva a nadie de sus consecuencias.
El diablo no juega a ser diablo”, advierte.