A veces uno se pregunta si en verdad estaremos en el siglo XXI; noticias como la que voy a presentar a continuación hacen en verdad dudar que alguna vez hallamos salido de los oscuros siglos del medioevo.
Manuel Acuña relata sus experiencias en sus batallas “cara a cara con el mal”. Una labor pastoral que el propio Vaticano ha destacado en estos días reconociéndola oficialmente.
La relación entre los sacerdotes exorcistas y la Iglesia ha transitado a lo largo de los siglos por caminos difusos y complejos, pero esta semana se produjo un vuelco que parece definitivo. Con el apoyo inicial de Juan Pablo II y ahora del Papa Francisco, el Vaticano reconoció oficialmente a la Asociación Internacional de Exorcistas, un grupo de 250 curas de 30 países.
Brujeria
“Tengo diez años de amistad con Francisco y no me extraña que haya tenido este gesto tan importante para toda la Iglesia como es reconocer a una asociación que viene trabajando con tanta seriedad”, dijo el obispo Manuel Acuña, de la Iglesia Luterana Carismática Independiente.
Acuña es doctor en Teología, demonólogo y lleva realizados más de 700 exorcismos. No tiene reparos en definir su tarea como “el trabajo sucio de la iglesia” porque “estamos en contacto directo con el mal y la batalla es cara a cara”.
—¿Qué es un exorcismo?
—Es tomar autoridad sobre el diablo y el mal presentes en personas, objetos o casas. La definición proviene de una palabra griega que significa autoridad. La Iglesia ha tenido a través de los siglos distintas posturas sobre el relieve que debía tener este ministerio espiritual; es más, hubo 300 años de silencio. Ahora, el relieve de batallar contra el mal que iniciaron 15 curas romanos tiene este reconocimiento tan importante.
—¿Cómo se llega a la conclusión de que hay que exorcizar a una persona?
—Hoy la ciencia participa activamente en ese proceso. No es que alguien golpea la puerta y dice estoy poseído. Con nosotros trabajan psicólogos, psiquiatras y médicos clínicos. Y además hay un respaldo teórico: en Roma existe un instituto dedicado al estudio del exorcismo y nosotros abrimos la primera escuela de exorcismo y liberación.
—¿Qué conductas hay que tener en cuenta?
—Se requieren ciertos síntomas especiales. Por ejemplo, una aberración por lo sagrado, odio por las cosas divinas, no poder hablar de Dios ni soportar imágenes religiosas; la aparición de una fuerza descomunal en el momento de la manifestación, que llamamos sansonismo; la xenoglasia, o sea hablar en lenguas extrañas o lenguas muertas que no han sido estudiadas por ese individuo; la clarividencia, y, el más raro de todos, la levitación. Yo lo he visto una sola vez, fue un niño de seis años que se elevó 10 centímetros del suelo. Todos son indicadores de la presencia maléfica en una persona.
—¿Usted ha perdido alguna de esas batallas?
—Me sucedió una sola vez y es algo muy triste. La única forma en que puede haber victoria del daño es cuando la persona legaliza esa presencia y no quiere ser sanada.
—Dónde fue?
—En nuestra parroquia, El Buen Pastor, en Santos Lugares, donde hacemos todos los exorcismos porque es un lugar sagrado. Sólo en las películas los sacerdotes van a las cosas de las personas poseídas.
Inquisición
—¿Cuántos curas exorcistas trabajan en la Argentina?
—Es difícil llevar la cuenta porque muchas veces esos registros no se hacen públicos. Yo lo hice público porque nuestra iglesia entendió que había que mostrar hacia afuera esa batalla y también para prevenir sobre las puertas que se abren. Por ejemplo, el juego de la tabla ouija y el de la copa, que son satánicos.
—¿Por qué?
—El 40 por ciento de los exorcismos que llevo hechos se debe a ese terrible juego de la ouija. Que no es un juego sino la apertura de portales espirituales que atrae del otro lado presencias negativas y mentirosas. No es la abuela ni la tía ni un angelito lo que aparece sino que son espíritus errantes y malignos.
—¿Cuánto tiempo puede durar un exorcismo?
—Pueden ser 45 minutos o cinco horas, depende las circunstancias. Y a veces hay que repetir el ritual.
—¿Usted sufrió alguna manifestación extraña en estos años de trabajo?
—Sí, una de las primeras veces. Salí a tomar aire porque había que repetir el proceso y me subí a mi auto. Se bajaron las perillas del seguro, se encendieron las luces y se activó la bocina. Estuve cinco minutos atrapado, el diablo quería manifestarme que ya había anotado mi nombre como enemigo.
—¿Cuáles son las consecuencias físicas para un sacerdote que hace un exorcismo?
—Agotamiento profundo. Termina empapado en sudor, agobiado y dolorido. Hay que tener en cuenta que la persona poseída se manifiesta con mucha fuerza y tremendas palabras sobre la vida del exorcista o su pasado. El agotamiento es tan grande que se requieren entre 24 y 48 horas de descanso.
—Lo que se ve en las películas que se hicieron sobre el tema, ¿es real o fantasía?
—Lo primero que debo decirle es que tanto el padre Gabriele Amorth, el mayor experto en el tema, como yo estamos agradecidos con “El exorcista”, el filme de los años 70 que se basó en el libro de William Peter Blatty porque puso en público algo que se estaba haciendo en silencio en la iglesia. Vi todo lo que muestra esa película, menos que una cabeza gire 360 grados.
—Usted es consciente que cuando se habla de estos temas hay mucha incredulidad, particularmente para aquellas personas que no son religiosas.
—Es cierto, pero nadie se libra del mal y sus consecuencias por no creer en el mal.
—¿Cuándo practicó su último exorcismo?
—Hace 15 días.
—¿Por qué se hizo exorcista?
—No conozco a nadie que se haga sacerdote para ser exorcista. Es el trabajo sucio de la iglesia porque está en permanente contacto con el mal y con el daño, lo enfrenta cara a cara. Yo lo hago desde hace diez años y me siento muy feliz .
Fuente: http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/17952481/Entrevista-a-un-Exorcista-Actual.html